marzo 20, 2009

C: Sigourney Ranch

Michael Wells tomó su remington 870, calibre 12, sus binoculares con vision nocturna, un cuchillo, un cambio de ropa y montó su Ford Lobo rumbo a Sigourney Ranch. El anuncio en su página web rezaba "Sigourney Ranch, Hunting Lease, where you can hunt wildlife." El rancho se encontraba en la frontera, en Sulivan City, muy cerca de McAllen, Texas. Michael se consideraba un cazador experto, antes había cazado pavos salvajes, jabalíes, venados e incluso un oso en el norte. No pudo cazar tigres, pues no aparecieron en las dos semanas que paso en la India, pero para él fue como si hubiera cazado uno. Hacia ya treinta años cazaba y otros ocho que acudia a lugares controlados para su esparcimiento.

Llegó a medio día al rancho. Fue recibido por Dirk, quien había respondido el mail de Michael confirmandole que, efectivamente, en ese rancho se practicaba la caza de ratones del campo. Intercambiaron un saludo frío, y luego Dirk lo acompañó a la recepción del rancho. La estancia era muy grande en superficie, y en construcción contaba con un restaurant cinco estrellas, dos salones para eventos especiales, 40 habitaciones de distintas categorías, un lobby, bar, picinas, canchas de tennis y caballerizas. Dirk explicó a Michael que tendrían que esperar a un huesped que tenía la misma aficción por la caza. Pasarían la noche los tres en una cabaña a unos 25 km del rancho, y salidrían por la madrugada de caceria. Dirk aseguró que los animales se presentarían.

Las cabezas de animales colgadas en las paredes del privado le recordaron a Michael su hogar. Había muchas bestias, incluso, de otros continentes, inmóviles y con apariencia amenazante. Dirk sacó a colación el tema del dinero. El pago se realizó en efectivo como habían convenido. Luego, Dirk explicó cómo haría el registro de una habitación en un hotel de Sulivan City por esa noche para Michael, pues el rancho se preocupaba mucho por sus huespedes, sobre todo, los que tenían preferencia por estas presas tan particulares. Dirk le pidió a Michael que no se moviera del privado, que era preferible que nadie lo viera en las instalaciones del rancho, que regresaría en un momento con el otro compañero de caza. "Presentese simplemente como Mike", pidió como última petición Dirk antes de salir. Pasada media hora, regresó con un hombre de unos 45 años que se presentó como Rob. El saludo también fue frio, más no despertó ninguna incomodidád en Michael, que hasta lo prefería así.

Tomaron una camioneta del rancho que estaba cargada con provisiones. Salieron cerca de las tres de la tarde por un camino de terracería hacia el interior de la estancia. Fue un viaje de dos horas casi en silencio. El paisaje estaba desprovisto de toda presencia humana, sólo se veían matorrales y plantas con espinas. Finalmente llegaron a una cabaña que no tenìa nada que ver con los lujos del rancho. Dirk les preparó algo de comer y luego se fueron a la cama. "Los despierto cuando sea hora de salir." les dijo Dirk mientras se acomodaban en sus camas.

Cerca de las dos y media de la mañana tres golpes secos sacaron a Michael de un sueño que se desarrollaba en sudamérica. Dirk se levantó en seguida y salió de la choza. Desde fuera Michael escuchó una conversación en español entre Dirk y el hombre recién llegado.

"Están esperandome en el árbol de siempre, usté no'mas eche un tiro al aire y va a ver cómo empiezan a correr. Son tres, dos machos y una hembrita." "Ta' bueno don, mañana pase por lo suyo al rancho, 'ora mejor vayase, asi los huespedes se sienten mejor."

Aunque no entendía nada de lo que decían, Michale comenzó a sentir la emoción de la caza. Rob seguía dormido, mientras Michael irrigaba adrenalina a sus arterias. Comenzó a salivar, recordando la ocasión en la que se enfrentó a aquel oso gris de 300 libras. Michael se levantó y estuvo listo en 30 segundos. Luego Dirk entró, despertó a Rob y les explicó a ambos: "Estamos listos. Los voy a llevar a unas 100 yardas de dónde están, y de ahí en adelante, ustedes saben." Michael asintío en silencio. Esperaron que estuviese listo Rob y salieron a la noche sin luna. Las manos de Michael comenzaron a sudar. Hacía mucho tiempo que no sentía toda esa emoción, salir por la noche, acechar a su presa. Caminaron unos 20 minutos procurando no hacer ruido. De pronto Dirk se detuvo tras un matorral. Sin decir nada, apuntó con la mano un árbol. Ahí estaban, tres siluetas en torno al tronco descansaban. La respiración se le entrecortaba a Michael. Dirk sacó una pistola pequeña y dió un tiro al aire.

Las presas comenzaron a gritar con horror en idiomas inteligibles para Michael. Cada una corrió en una direccion distinta. Michael siguió a la que le pareció la más rápida como mandato de su ego. Fue tras ella unas 150 yardas, luego se detuvo, tomó la escopeta y tiró del gatillo. Su presa cayó al piso. El corazón le latía rápido, hiperventilando y escurriendo sudor, se acercó a su trofeo. Ella seguía con vida, pero sólo sollozaba en silencio. Ya no serviría como trofeo, pero, como buen cazador, tenía que darle el tiro de gracia al animal. Cuando Michael se acercó más y pudo ver su rostro desfigurado por el horror y el dolor vió a su madre, cuando él tenía 17 años, tirada al lado de la cama con un tiro en el abdomen de la .357 magnum que su padre ponia bajo la almohada. Ella estaba tendiendo la cama. Los paramedicos no llegaron a verla con vida. Un terrible grito regresó a Michael al presente. Su presa había recibido el impacto entre la cadera y el abdomen del lado derecho. Los gritos continuaron mientras se contorsionaba tratando de alejarse del cazador.

"¡Por favor señor, no me mate! ¡No me mate!" Todo el poder que Michael sentía se transformó en miedo y vacío. A diez yardas de su presa, que no dejaba de llorar y gritar, Michael se paralizó del horror. La sangre que manaba de su presa ya formaba un charco debajo de ella. "¡Por favor, no me quiero morir!". Una lucha entre el miedo y la desesperación se apoderaron de Michael, le eran insoportables los berridos que daba la muchacha a la que le acababa de disparar. "¡No me mate, no me mate!". Era insorpotable estar parado ahí, pero los gritos eran lo peor. Michael tomó la escopeta, apuntó al rostro y terminó con los gritos que no comprendía en su idioma, pero que podía enteder con amplia claridad.

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